En el año 532 Justiniano, emperador romano de Oriente, decide ampliar su programa de construcción de nuevas iglesias cristianas en la más importante ciudad de su Imperio, Constantinopla, con el levantamiento de una nueva basílica, a la que resolvió dar el nombre de Santa Sofía. Es sabido que tras la conquista de la ciudad por los turcos en 1452 Santa Sofía fue inmediatamente convertida en mezquita, lo que demandó realizar algunas actuaciones urgentes (como la ocultación de los rostros ubicados en pinturas y mosaicos). Finalmente, en los últimos años, el templo (ahora islámico) ha sido sometido a un amplio proceso de restauración, rematado hace ya un par de años.