La cueva de Altamira conmemora este año que el 4 de diciembre de 1985, hace treinta años, era inscrita en la Lista de Patrimonio Mundial de UNESCO, con actividades en su museo.
Representa el apogeo del arte rupestre paleolítico que se desarrolló en toda Europa, desde los Urales hasta el Peninusula Ibérica, entre el 35.000 al 11.000 antes de Cristo. Las cuevas están inscritos como obras maestras del genio creativo y como arte consumado más temprano de la humanidad. También se inscriben como un testimonio excepcional de una tradición cultural de una etapa importante en la historia humana.